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lado, tampoco se apreciaba la intensidad del d�a anterior. Intent� ponerme en contacto
con ella, y aunque no lo comprendió, durante unos segundos hubo una detención
perceptible y un indicio de desconcierto. Me tir� de la cama y me dirig� hacia su
habitación; se alegró de tener compa��a; y a medida que conversamos se fue
desvaneciendo el concepto angustioso. Antes de marcharme la promet� que aquella tarde
ir�amos a pescar juntos.
No es nada f�cil explicar con palabras el modo en que pueden hacerse inteligibles los
conceptos pensados. Cada uno de nosotros hab�a tenido que descubrirlo por s� mismo; a
lo primero con mucha torpeza, pero despu�s de establecer contacto mutuo y de aprender
mediante la pr�ctica, con m�s habilidad. En el caso de Petra, sin embargo, era distinto. A
los seis a�os y medio ya hab�a contado con un poder de proyección diferente al nuestro y
adem�s irresistible; no obstante, adolec�a de incomprensión y, por lo mismo, no ejerc�a
sobre �l ning�n control. Aunque hice cuanto pude para explic�rselo, y a pesar de que su
edad actual era de casi ocho a�os, la necesidad de frase�rselo con sencillez presentaba
sus dificultades. Despu�s de pasar una hora tratando de aclar�rselo mientras a la orilla
del r�o vigil�bamos las ca�as de pescar, todav�a no hab�a podido conseguir que
entendiera gran cosa, aparte de que su creciente aburrimiento la imped�a concentrarse en
lo que la estaba diciendo. En consecuencia, se impon�a otra clase de planteamiento.
- Vamos a jugar - le suger� -. T� cierra los ojos. Pero ci�rralos bien y finge que est�s
mirando a un pozo muy, muy hondo. No ves nada sino oscuridad. �Vale?
- S� - replicó, al tiempo que apretaba fuertemente los p�rpados.
- Bien. Ahora no pienses en otra cosa sino en lo oscuro que est� y en lo lej�simos que
se ve el fondo. Piensa sólo en eso, pero contempla la oscuridad. �Lo entiendes?
- S� - contestó de nuevo.
- Ahora estate alerta - indiqu�.
Pens� en un conejo al que hice mover el hocico. Petra sonrió satisfecha. Bueno, era
una se�al estimulante, porque al menos demostraba que pod�a recibirme. Me olvid� del
conejo y pens� en un perrillo, luego en unas cuantas gallinas y, por �ltimo, en un caballo y
un carruaje. Despu�s de transcurridos un minuto o dos, abrió los ojos desconcertada.
- �Dónde est�n? - preguntó mirando a su alrededor.
- No est�n en ning�n sitio - respond� -. Son solamente cosas pensadas. Ese es el
juego. Ahora cerrar� y o tambi�n los ojos. Los dos vamos a contemplar la profundidad del
pozo y a no pensar en nada excepto en lo oscuro que est�. Es el momento de que t�
pienses en una imagen en el fondo del pozo para que yo pueda verla.
Desempe�� mi parte conscientemente y abr� al m�ximo mi mente. Fue un error. Recib�
un rel�mpago, un deslumbramiento y una impresión general de que me hab�a herido un
rayo. Sin tener idea de qu� imagen hab�a pensado, qued� mentalmente aturdido.
Intervinieron los otros, protestando enfadados. Les expliqu� lo que suced�a.
- No est� inquieta - les dije -. Est� perfectamente tranquila. Pero por lo visto esa es la
forma en que ella se manifiesta.
- Es posible - replicó Michael -, pero resulta insoportable. Tiene que apaciguarse.
- Yo me he escaldado una mano con el puchero - se lamentó Katherine.
- Ya lo s� - respond� -. Estoy haciendo lo que puedo. Quiz�s pod�is sugerirme algunas
ideas sobre cómo guiarla.
- Bien - comentó Michael con tono disgustado -; pero, por amor del cielo, lleva cuidado
y no dejes que lo haga de nuevo. Casi me rebano un pie con el hacha.
- Sosi�gala - aconsejó Rosalind -. C�lmala de alg�n modo.
- Bueno - concilió Rosalind -. Si acaso, av�sanos la próxima vez antes de que lo intente.
Apart� mi atención del grupo y la dirig� de nuevo hacia Petra.
- Eres demasiado �spera - la indiqu� -. En esta ocasión piensa sólo un poco la imagen;
muy poco, recu�rdalo, y en tonos suaves. Pi�nsala lenta y dulcemente, como si estuvieras
haci�ndola con telas de ara�a.
Petra asintió y volvió a cerrar los ojos.
- �Ah� va! - advert� a los otros.
Y esper� mientras confiaba en que les fuera posible ponerse a cubierto del cuadro.
Esta vez no fue mucho peor que una peque�a explosión. Aunque resultó ser
deslumbradora, pude captar la forma de la imagen.
- �Un pez! - exclam� -. Un pez de cola abatida.
Petra, complacida, rió entre dientes.
- Indudablemente es un pez - medió Michael -. Lo est�s haciendo muy bien. Pero lo
que debes procurar ahora, antes de que nos abrase los sesos, es que tu hermana
reduzca la potencia de sus transmisiones hasta dejarla en el uno por ciento
aproximadamente de la �ltima imagen.
- Ahora ens��ame t� - me pidió Petra, y la lección continuó.
A la tarde siguiente tuvimos una nueva sesión. Resultó ser m�s bien violenta y
exhaustiva, pero hubo progreso. Con las lógicas incomodidades de las alteraciones y las
ni�er�as, Petra empezaba a comprender la idea de la formación de conceptos pensados,
los cuales eran ya frecuentemente reconocibles. La dificultad principal estribaba a�n en
mantener baja la fuerza, pues cuando se excitaba sus impactos causaban casi el
aturdimiento. Los dem�s se quejaban de que no pod�an hacer nada mientras
practic�bamos nosotros dos, ya que era como tratar de ignorar s�bitos martillazos dados
en la cabeza de uno. Hacia el final de una de las lecciones dije a Petra:
- Voy a pedir a Rosalind que te env�e una imagen pensada. Lo �nico que tienes que
hacer es cerrar los ojos, como antes.
- �Dónde est� Rosalind? - preguntó, mirando a su alrededor.
- No est� aqu�, pero eso no importa cuando se trata de cuadros pensados. T�
contempla la oscuridad y no pienses en nada.
- Y los dem�s - a�ad� mentalmente para los otros - manteneos al margen, �vale? Dejad
v�a libre a Rosalind y no interrump�is. Adelante, Rosalind, fuerte y claro.
Permanecimos silenciosos y receptivos.
Rosalind formó un estanque cercado de ca�as. En el agua puso varios patos,
amistosos, graciosos, de diversos colores. Mientras nadaban compon�an una especie de
ballet en el que discordaba un pato rechoncho e inquieto que siempre se mov�a tarde y
mal. Petra estaba embobada. Se le ca�a la baba de contenta. Entonces, bruscamente,
proyectó su alegr�a; aparte de hacer desaparecer el encanto del momento, nos ofuscó de
nuevo a todos. Aunque nos ten�a aburridos, sus progresos nos animaban.
En la cuarta lección aprendió el truco de despejar la mente sin necesidad de cerrar los
ojos, lo que era todo un adelanto. Hacia el final de la semana el �xito era patente. Sus
conceptos pensados segu�an siendo rudos e inestables, pero factibles de mejorarse con
el ejercicio; su recepción de formas simples era buena, si bien pod�a captar a�n poco de
nuestras proyecciones rec�procas.
- Es muy dif�cil verlo todo de un golpe y con tanta rapidez - explicaba ella -. Pero soy
capaz de decir si quien lo forma eres t�, o Rosalind, o Michael, o Sally; no obstante, al ser [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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