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marineros hist�ricos dando machetazos a las ratas a su alrededor.
En cualquier caso, Skwee tomó la decisión por �l, una decisión negativa, al trepar en
aquel momento a su hombro izquierdo. Sujet�ndose de un mechón de su cabello, la rata
blanca se inclinó ante �l, mir�ndole el ojo izquierdo con sus ojillos azules, bajo el yelmo de
plata con penacho de plumas negras. Se llevó una pata a la boca de dientes salientes,
haci�ndole entender que deb�a callarse, y entonces golpeó la min�scula espada que
llevaba a un costado y pasó el pulgar de la pata a trav�s de la garganta, para indicar lo
que le ocurrir�a si no guardaba silencio. Entonces se ocultó en las sombras, junto a la
oreja del Ratonero, presumiblemente para vigilar a los marineros derrotados y dar
órdenes mediante gestos a sus huestes..., al tiempo que se manten�a cerca de la vena
yugular del Ratonero. �ste siguió cortando la soga con su moneda.
El oficial de navegación apareció en la popa seguido de tres marineros, cada uno de
ellos provisto de un farol. Skwee se agazapó mejor entre el Ratonero y el m�stil, pero
aplicó la fr�a hoja de su espada al cuello del hombre atado, debajo de la oreja, a modo de
recordatorio. El Ratonero recordó el beso de Hisvet. El ce�udo oficial de navegación evitó
el palo mayor y ordenó a los marineros que colgaran sus faroles del m�stil de popa, los
soportes de la gr�a y la bitadura, mostr�ndose muy quisquilloso con respecto a las
posiciones exactas. Afirmó a voz en grito que la luz era la defensa militar y arma de
contraataque perfecta, y se enzarzó en un brioso discurso sobre trincheras y empalizadas
iluminadas. Estaba a punto de enviar a los marineros en busca de m�s faroles cuando
Slinoor salió cojeando del camarote, con la frente ensangrentada, y miró a su alrededor.
�Valor, muchachos! gritó con voz ronca . En cubierta todav�a somos los amos.
Arriad los botes ordenadamente, muchachos, pues los necesitaremos para recoger a los
soldados. �Subid el farol rojo! �Eh, t�, haz sonar el gong!
El gong ha ca�do por la borda replicó alguien . Las cuerdas de las que colgaba...
�han sido ro�das!
En aquel momento llegaron desde el este unas espesas oleadas de niebla que
envolvieron a la Calamar en una delet�rea luz, de plata lunar. Un marinero gimió al ver
aquella extra�a niebla, que parec�a aumentar en vez de disminuir la luz de la luna y del
farol del oficial de navegación. Los colores resaltaban, aunque pronto no hubo m�s que
paredes blancas m�s all� de las bordas.
�Traed el gong de repuesto! ordenó Slinoor . Cocinero, trae tus cazos y ollas m�s
grandes..., �todo lo que sirva para dar la alarma!
Por dos veces se oyó un ruido sordo, cuando los botes de la Cala mar golpearon el
agua.
Alguien lanzó un grito agónico en el camarote.
Entonces sucedieron dos cosas al mismo tiempo. La vela mayor se separó del m�stil,
cayendo a estribor como el techo de una catedral bajo una terrible tormenta: los cables
que la un�an al m�stil hab�an sido ro�dos o cortados con espadas diminutas. Ahora la vela
era una extensión oscura que flotaba en el agua, arrastrando la botavara. La Calamar
escoró a estribor.
Una horda de ratas negras invadió la nave: unas aparecieron en la puerta del
camarote, otras lo hicieron por el coronamiento de popa, al que se hab�an encaramado
probablemente escalando las luces de popa. Se abalanzaron contra los hombres con
id�ntico �mpetu y resolución, sin importarles si aterrizaban sobre las puntas de las picas o
en narices y gargantas, a las que se aferraban con los dientes.
Los marineros se separaron y corrieron a los botes, perseguidos por las ratas que se
les pegaban a la espalda o les mordisqueaban los talones. Los oficiales tambi�n huyeron,
arrastrando en su desbandada a Slinoor, el cual gritaba para que siguieran en sus
puestos. Encaramada en el hombro del Ratonero, Skwee, sin dejar su min�scula espada,
hac�a gestos a su ej�rcito de roedores suicidas para que siguieran adelante, chillando
agudamente, y entonces saltó para seguirles. Cuatro ratas blancas armadas con ballestas
se arrodillaron sobre los soportes de la gr�a y empezaron a tensarlas, cargarlas y disparar
los dardos con gran eficacia.
Empezaron a o�rse chapoteos, primero dos y luego tres, a los que siguieron los de seis
o m�s hombres juntos, mezclados con gritos. El Ratonero volvió la cabeza, y por el rabillo
del ojo vio que los dos �ltimos marineros de la Calamar saltaban por la borda. Haciendo
un esfuerzo, volvió la cabeza un poco m�s y vio que Slinoor segu�a a los marineros con
dos ratas aferradas a su pecho. Los cuatro ballesteros peludos saltaron de los soportes
de la gr�a y corrieron hacia una nueva posición de tiro en la proa. Desde el agua se
elevaban roncos gritos humanos que se desvanec�an en seguida. El silencio cayó sobre la
Calamar como la niebla, tan sólo roto por los inevitables chillidos de las ratas, que ahora
eran escasos.
Cuando el Ratonero volvió de nuevo la cabeza hacia la popa, Hisvet estaba de pie ante
�l, enfundada en un vestido de cuero negro muy ajustado, desde el cuello a los codos y
las rodillas, que le daba el aspecto de un muchacho esbelto. Encajado en las sienes y las
mejillas, llevaba un yelmo de cuero similar al plateado de Skwee, detr�s del cual se
extend�a su cabello blanco, formando una cola. Del costado izquierdo pend�a una
estrecha daga en su vaina.
Ah, mi querido caballero le dijo sonriente , por lo menos t� no me has
abandonado. Alargó su mano y casi le rozó la mejilla con los dedos . �Pero est�s
atado! exclamó, como si viera la soga por primera vez, y retiró su mano . Tenemos
que remediar esto de inmediato.
Os estar� muy agradecido, princesa blanca dijo humildemente el Ratonero.
Sin embargo, no soltó su moneda afilada, la cual, aunque ya estaba embotada, hab�a
cortado casi la mitad de la tercera lazada.
Tenemos que remediar esto repitió Hisvet un poco distra�da, su mirada perdida
m�s all� del Ratonero . Pero mis dedos son demasiado d�biles y torpes para deshacer
unos nudos tan fuertes. Frix te liberar�. Ahora debo escuchar el informe de Skwee en la
cubierta de popa. Skwee, Skwee, Skwee!
Cuando la muchacha dio media vuelta y se encaminó a la cubierta de popa, el [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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