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tranquilizó como ninguna palabra podría haberlo hecho. No tenía que enfrentarse
sola a esto. Alguien estaba con ella y la acompañaría hasta que encontraran a Susan.
 Tendría que disculparme con tus padres  le susurró ella . Es una inmensa
molestia.
 El secuestrador ha estado vigilando esta casa; queremos que vea la llegada de
los coches, para que sepa que su tesoro está cerca. Hay mucho lugar aquí, mi madre
entiende que lo importante es hallar a tu sobrina.
Charlotte se mordió el labio.
 Tengo miedo de que no encontremos lo que él busca.
 Lo hallaremos  afirmó apretándole la mano.
 ¿Pero cómo? Algo dentro de esos cajones me ha costado mi sobrina, y no tengo
idea de qué es.  Cerró los ojos y sintió sus labios en la sien.
 Algo en esos cajones te devolverá a tu sobrina  la corrigió él, con suavidad .
Tienes que pensar en eso.
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Caroline Linden Pasión Secreta
 Comencemos, entonces.
Trabajaron durante horas. Jarrones, estatuas, esculturas y pinturas emergieron de
entre la paja; todo fue registrado por Lucia antes de que Benton lo colocara en la sala
de estar. Charlotte examinó cada pieza con cuidado, buscando cualquier cosa fuera
de lo común, pero en vano: eran los mismos tediosos adornos que engalanaban su
casa de Italia. Volvió a desear con toda el alma haber dejado todo allí. La última
voluntad de Piero fue muy extraña: le rogaba que guardara cada pieza. ¿Acaso él
sabía que una de esas posesiones le causaría tantos problemas?
Para la hora del almuerzo ya habían vaciado un carruaje y parte de otro. La sala de
estar se estaba atiborrando de cosas. Para la media tarde, cuando comenzaron a
descargar el último carruaje, la sala estaba llena. Lucia se quejaba de que le dolían los
dedos; Charlotte tenía ganas de arrojar todo a la calle; incluso a Stuart se le había
borrado el buen humor.
 Oí cantar a Marcella Rescati  le comentó a Lucia, para quebrar la monotonía,
mientras sacaba una pesada urna. La paja cubrió el piso, completamente sucio ya, a
pesar de los grandes esfuerzos de las criadas, que no paraban de barrer.
Lucia alzó las cejas.
 ¿Marcella Rescati? ¿La porcellina?
 ¿La porcellina?  preguntó Amelia, inocente, que había decidido ayudar;
Charlotte creía que para acelerar el proceso y para proteger la alfombra de su sala.
Pero después se había entusiasmado; admiraba las piezas, cada vez con mayor
efusividad, y ahora estaba tan atareada como los demás, y tenía paja hasta en el
cabello.
 La cerdita  le tradujo Lucia . Porque tiene nariz de cerdo y su registro más
alto es un chillido. ¿Qué cantó?
 Susanna, en Fígaro.
 Susanna.  Lucia agitó una mano . Seguro que la abuchearon y la echaron del
escenario.
 No, fue muy aclamada.  Charlotte le dio la urna a Benton y miró a Stuart .
¿Te gustó la ópera la otra noche?
Él se encogió de hombros, mientras quitaba la tapa a otra caja, con una barra de
hierro.
 Fue agradable para mis oídos.
 Bah  bufó Lucia . Sus oídos ingleses.
 Los oídos de Charlotte son tan ingleses como los míos  señaló él.
 Ella ha estado en Milán y Venecia, y ha escuchado ópera interpretada como
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Caroline Linden Pasión Secreta
corresponde.
 Los ingleses tienen que conformarse con lo que les llega  acotó Charlotte . No
hay muchos buenos cantantes de ópera.
 No hay muchos en el mundo. Es un don y esa cerdita ordinaria no puede abrir
la boca y ponerse a cantar.  Lucia frunció el entrecejo, miró la pequeña estatua que
Amelia le mostraba, y escribió en su inventario.
 Claro que no. Pero si lo único que uno puede conseguir es una cerdita... 
Charlotte se encogió de hombros mientras luchaba con otra estatua terriblemente
pesada. La extrajo de la caja arrastrándola y quitándole la paja a puntapiés. Un
reborde le cortó las manos, ya doloridas y raspadas. La empujó hasta dejarla de pie,
balanceándose.
 Attento! exclamó Lucia . ¿De qué sirve trabajar tanto si vas a romper las
cosas? Ese podría ser el tesoro.
Acalorada y llena de polvo, con los brazos y la espalda doloridos, Charlotte
contempló la estatua. Le desagradaba ese Mercurio burlón cuya expresión siempre le
había puesto los nervios de punta, como si esa maldita cosa la estuviera observando.
Incluso ahora, parecía reírse de ella, burlándose, y ya no pudo soportarlo.
 Esto no es ningún tesoro, Lucia. Es una falsificación. Como todo lo demás.
 ¿Qué?  exclamaron las tres voces al mismo tiempo. Hasta Benton, que era
como una esfinge, se detuvo y la miró. Charlotte se dejó caer en el último escalón,
demasiado cansada para continuar.
 Piero era falsificador  confesó, exhausta. Hizo un gesto con un brazo,
abarcando el montón de estatuas y otros objetos de arte que llenaban la habitación .
Estas son todas falsificaciones.
 ¿Estás segura?  preguntó Stuart . ¿Cómo lo sabes?
 Él me lo dijo.  Charlotte se reclinó contra el poste de la escalera. Qué bueno
poder sentarse sin tener algo en la mano. Ya no soportaba manipular las creaciones
de Piero como si fueran valiosísimas obras de arte. Cada cosa que aparecía no hacía
más que recordarle aquellos miserables años de su vida en los que se había sentido
tan sola. Stuart lo había expresado muy bien: Piero la había usado para satisfacer sus
fantasías. A cambio, la había mantenido generosamente, pero la vida de ella fue
diseñada para complacerlo a él, no a sí misma. Sólo ahora, después de que Stuart le
había mostrado cómo era ser amada, comprendía cuan sola había estado en Italia.
Y no seguiría protegiendo su nombre. Piero, en su arrogancia, la había hecho jurar
que guardaría el secreto; le enorgullecía que la gente creyera que su colección de arte
era verdadera. Probablemente se la había dejado a ella porque cualquier otra persona [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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