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cables atados a botellas de cristal para tropezar, entre la hierba o en las dunas que hay
sobre la ensenada, de modo que si alguien quisiera husmear acabaría cazándose a sí
mismo o sacando la botella de su agujero en la tierra y rompiéndola contra una piedra.
Las siguientes dos noches me quedé sentado, asomando la cabeza por el tragaluz trasero
del desván, con los oídos atentos a cualquier tintineo de cristal rompiéndose o a
interjecciones apagadas, o a la más común señal de pájaros que levantan el vuelo, pero
no pasó nada. Lo que hice fue evitar durante un tiempo encontrarme con los muchachos
por el pueblo, yendo únicamente con mi padre o en las horas que sabía que estaban en el
colegio.
El sistema de zulos aún pervive, y hasta he añadido un par de bombas de gasolina a
uno o dos de los depósitos secretos que se encuentran en una posible vía de ataque
donde todavía están las botellas que se romperían pero en donde he desmantelado las
trampas de lazo para llevármelas al cobertizo. Mi Manual de Defensa, que contiene cosas
como mapas de la isla con la localización de los zulos marcados, probables rutas de
ataque, un resumen de tácticas y una lista de las armas que tengo o podría tener, incluye
en esta última categoría bastantes cosas desagradables, como cables para tropezar y
trampas de lazo preparadas para la anchura de un cuerpo, sin contar con las botellas
rotas medio enterradas boca arriba bajo la hierba, minas de detonación electrónica
fabricadas con bombas de tubería y clavos pequeños, todas ellas enterradas en la arena,
y algunas armas secretas interesantes, aunque improbables, como frisbees con cuchillas
sujetas a sus bordes.
No es que quiera matar a nadie, pues todo esto tiene un carácter más defensivo que
ofensivo, y hace que me sienta mucho más seguro. Pronto tendré dinero para una
ballesta verdaderamente potente, que es algo que estoy deseando tener hace ya mucho
tiempo; sería una buena compensación, ya que nunca he logrado convencer a mi padre
de que me compre un rifle o una escopeta de repetición, que me vendría de maravilla de
vez en cuando. Tengo mis tirachinas y mis hondas y la escopeta de aire comprimido, y
todos ellos pueden resultar letales en las circunstancias oportunas, pero no tienen el
poder de tiro a largo alcance que yo deseo. Con las bombas de tubería pasa lo mismo. Se
tienen que colocar en el lugar preciso, o como mucho lanzarlas al objetivo, y hasta
aquellas que se pueden lanzar con la honda fabricadas del tamaño apropiado para tal
efecto resultan poco precisas y lentas. También se me pasan por la cabeza cosas
horribles que pueden ocurrir empleando la honda; las bombas de honda tienen que llevar
una mecha muy corta para que detonen al poco de llegar al blanco y no te las puedan
lanzar de vuelta, y ya me he salvado un par de veces por los pelos con un par de ellas
que detonaron cuando acababan de salir de la honda.
He experimentado con armas, por supuesto, tanto con armas de lanzamiento de
proyectiles como con morteros caseros que pueden alojar una bomba de honda, pero
eran muy rudimentarias, peligrosas y lentas, y con bastante tendencia a explotar.
Una escopeta de repetición sería ideal, aunque yo me conformaría con un rifle del 22,
pero una ballesta me haría el apaño. Quizá algún día pueda ingeniarme algún modo de
sortear mi inexistencia oficial y solicitar yo mismo una pistola, aunque en tal caso, y
considerando todas las cosas, tal vez no me concederían la licencia. Ah, si estuviera en
América, pienso a veces.
Estaba introduciendo en el registro las bombas de gasolina, que llevaba un tiempo sin
inspeccionar para comprobar la evaporación, cuando sonó el teléfono. Miré mi reloj,
sorprendido por lo tarde que era: casi las once. Corrí escaleras abajo hasta el teléfono y
pude oír a mi padre saliendo de su habitación cuando pasé por delante.
Porterieil 531. Sonaron unos pitidos.
Jódete. Frank, tengo ampollas en los pies de tanto andar. ¿Cómo está mi pequeño
rufián?
Miré el auricular, después alcé la vista hasta mi padre, que estaba apoyado en la
barandilla de la escalera en el piso de arriba remetiéndose la camisa de su pijama en los
pantalones. Contesté al teléfono:
¿Sí.Jamie, qué haces llamándome tan tarde?
¿Cómo...? Ah, tienes al viejo a tu lado, ¿no? dijo Eric . Dile que es una pústula de
pus efervescente, de mi parte.
Jamie te manda recuerdos le dije en voz alta a mi padre, que se dio la vuelta y
regresó a su habitación. Oí cómo se cerraba la puerta. Volví a ponerme al teléfono .
Eric, ¿en dónde estás ahora?
Ah, mierda, no pienso decírtelo. Adivínalo.
Bueno. Pues no tengo ni idea... ¿Glasgow?
¡Ja, ja, ja, ja, ja! se desternillaba Eric. Yo apreté el plástico del teléfono con todas
mis fuerzas.
¿Cómo estás? ¿Estás bien?
Estoy bien. ¿Y tú?
Fenomenal. Dime, ¿cómo estás comiendo? ¿Tienes dinero? ¿Haces autostop, o
qué? Te están buscando, ya sabes, pero todavía no ha salido nada en las noticias. No
habrás... me contuve antes de decir algo que considerara una alusión directa.
Estoy bien. ¡Me como perros! ¡Je, je, je!
Yo refunfuñé.
Oh, vaya, ¿no me digas?
¿Qué voy a comer si no? Es fabuloso, mi pequeño Frankie; no salgo de los campos y
los bosques y camino mucho y hago autostop y cuando llego cerca de un pueblo busco un
perro rollizo y jugoso y me hago amigo de él y me lo llevo al bosque y después lo mato y
me lo como. ¿Hay algo más fácil? Me encanta la vida al aire libre.
Pero los asas, ¿no?
Pues claro que los aso, no seas jodido dijo Eric indignado . ¿Por quién me
tomas?
¿Y eso es lo único que comes?
No. También robo cosas. Hurto en las tiendas. Es tan fácil... Robo cosas que no
puedo comerme, solo por joder. Cosas como tampones y plástico para forrar armarios de
cocina y bolsas de patatas fritas tamaño familiar y cien palillos para cóctel y doce velitas
para tartas de cumpleaños de colores variados y marcos de fotografías y fundas para el
volante del automóvil de piel falsa y barras para toallas y suavizante para lavadora y
ambientadores de doble acción para acabar con esos olores que impregnan la cocina y
lindas cajitas para guardar fruslerías y paquetes de cintas de audio y tapones de gasolina
bloqueables para el coche y líquido para limpiar discos y agendas de teléfonos revistas
para adelgazar agarradores para cazos calientes paquetes de etiquetas con nombres
pestañas artificiales cajas de maquillaje mezcla anti-tabaco relojes de juguete...
¿No te gustan las patatas fritas? le interrumpí rápidamente.
¿Cómo? Sonaba confundido.
Has mencionado bolsas de patatas fritas tamaño familiar como algo que no te
comerías.
Por el amor de Dios, Frank, ¿acaso consideras las bolsas de patatas fritas tamaño
familiar como algo que tú puedes comer?
¿Y cómo te mantienes? dije rápidamente . Me refiero a que debes de estar
durmiendo al relente. ¿No irás a coger un resfriado o algo así?
No duermo.
¿Cómo que no duermes?
Por supuesto que no. Uno no necesita dormir. Eso es simplemente un rollo que te
cuentan para mantenerte controlado. Nadie necesita dormir; te enseñan a dormir cuando
eres un niño. Si tienes suficiente fuerza de voluntad puedes superarlo. Yo he superado la
necesidad de dormir. Ahora nunca duermo. Así resulta mucho más fácil mantenerte alerta
y estar seguro de que nadie te va a saltar encima, y también puedes seguir avanzando.
No hay nada como seguir avanzando. Te conviertes en una cabra.
¿En una cabra? Ahora sí que estaba confundido.
Deja de repetir lo que digo, Frank le oí poner más monedas en el teléfono
público . Ya te enseñaré a no dormir cuando vuelva.
Gracias. ¿Cuándo crees que llegarás?
Tarde o temprano. ¡Ja, ja, ja, ja! [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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